lunes, 16 de junio de 2014

La pulga y el piojo

Érase una vez un niño llamado Juan Gotanegra. Él era muy asqueroso. Su pelo era grasiento, tan grasiento que era muy difícil saber de qué color tenía el pelo. Sólo se lavaba el pelo en Navidad, Semana Santa y las vacaciones de verano. La cara, siempre la tenía como si acabase de beberse una taza de chocolate. Las orejas, será mejor no hablar porque parece como si tuviese una capa de polvo. Los ojos, con legañas, y la nariz, con los mocos siempre colgando. Bueno, de vez en cuando se los saca para pegarlos en cualquier sitio o comérselos directamente. Los dientes, nunca se los lava. Un día vió un cepillo de dientes y como siempre tenía picores, lo usó para cepillarse la espalda y para secarse los sobacos. La ropa no se la cambiaba muy a menudo, una vez al mes más o menos.

Juan era una maravilla, no gastaba ni una sola gota de agua y ni una pizca de jabón.

Si queréis saber más de cómo es Juan, leéros este libro .

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